Cuando tropezamos, Dios nos extiende la mano
Todos hemos tenido momentos en los que sentimos que fallamos. Tal vez dijimos algo que no debíamos, actuamos con egoísmo o simplemente nos alejamos de lo que sabemos que está bien.
En esos momentos, es fácil pensar que Dios está decepcionado o que ya no hay vuelta atrás. Pero la verdad es otra: Dios nunca se cansa de perdonarnos y siempre está dispuesto a ayudarnos a levantarnos.
La caída no es el final
En la Teología del Cuerpo, San Juan Pablo II nos recuerda que, aunque el pecado original nos alejó del plan perfecto de Dios, no nos dejó sin esperanza. Cristo vino precisamente para redimirnos, para restaurar en nosotros la dignidad perdida y mostrarnos el camino de regreso al amor del Padre.
Cristo ha venido para revelar plenamente el hombre al hombre, dándole a conocer su altísima vocación."
— Catequesis del 21 de julio de 1982
Esto significa que, incluso cuando fallamos, nuestra vocación al amor y a la comunión con Dios sigue intacta.
Levantarse con confianza
Levantarse después de una caída no es solo posible, es parte del camino de todo cristiano. Cada vez que reconocemos nuestros errores y volvemos a Dios, experimentamos su misericordia y renovamos nuestra relación con Él. Es como un niño que, después de tropezar, corre a los brazos de su padre: no hay reproche, solo amor y apoyo para seguir adelante.
Hacerlo vida
Si sientes que has caído, no te quedes en el suelo. Busca el sacramento de la Reconciliación, habla con Dios en oración y recuerda que Él te ama profundamente. Cada día es una nueva oportunidad para empezar de nuevo y vivir según el plan de amor que Dios tiene para ti.
¿Te gustó este tema? Puedes escucharlo completo en nuestro podcast en Spotify: https://open.spotify.com/episode/6LN47u44kXG9H6m5xlfmj5?si=7cd881711d424a0e